Resplandece tu rostro en hermosura surcado por las joyas de tu pena que exhalando fragancias de azucena forman mares de plácida dulzura. Dulce tu soledad en la amargura de sentirte vacía estando plena de ese amor infinito que te llena derramándose en ríos de ternura. Fría tu soledad, frío el tormento de tener unos brazos sin abrazo y unos labios vacíos para el beso. Frío llanto que dice el sufrimiento de una madre sin niño en su regazo que no siente las mieles de su peso. Úbeda, 30 de abril de 2003
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