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miércoles, 22 de febrero de 2017

Llenar de paciencia el cántaro de las dificultades


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ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO
Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios

La paciencia es el amor transformado en vida pues la persona que ama lo tolera todo, lo acepta todo, lo soporta todo incluso aquello que se presenta como un incordio o algo desagradable. Por eso para recibir la virtud de la paciencia es tan imprescindible pedirle al Espíritu Santo que nos una este don al de la fortaleza.
La paciencia forma parte de esa exigencia del amor que Dios siente por cada uno de los hombres porque a través de esta virtud es posible lograr la fe, cultivar la esperanza, arraigar la virtud de la fortaleza, tres pilares que enfrenta al hombre al sufrimiento y al dolor por mucha dureza con la que se presenten.

Por medio de la paciencia es posible adquirir la reciedumbre interior para abandonarse al querer de Dios y aceptar lo que venga de Él.
Hoy la paciencia es más necesaria que nunca. La siento como imprescindible en mi vida para no permitir que las dificultades y los problemas que me rodean puedan abrumarme. Tengo ante mí el mayor ejemplo de paciencia, la de dos personas que supieron hacer de su vida testimonio de virtud. Son San José y la Virgen María, dueños ambos de un corazón humilde y sencillo, que aceptaron los designios divinos con gran generosidad. Ambos supieron soportar siempre de manera paciente todo aquello que Dios dispuso en su vida: la pobreza material, las espinas de la persecución, las travesías silenciosas de la incomprensión, la dureza del trabajo… Los padres de Jesús hablan desde el ejemplo no desde la queja, aceptaban la voluntad de Dios desde la santificación cotidiana, llenan de paciencia el cántaro de la dificultades.
Eran pacientes porque eran humildes, porque en su corazón no había espacio para la soberbia, porque tenían una idea clara de la justicia y del valor de las cosas, porque sus sentimientos eran sencillos y puros y no buscaban la ambición del tener, porque toda su vida estaba fijada en Dios, en su bondad, en su misericordia, en su gracia y en su generosidad.
Con el ejemplo de José y María veo claro que la santidad surge también como consecuencia de la virtud de la paciencia pues esta implica negar la propia voluntad en favor de los demás y para agradar siempre a Dios haciéndolo todo por amor y con sentido sobrenatural.

¡Espíritu Santo, concédeme el don de la paciencia para vivir en conformidad con la voluntad de Dios y poder llevar las cruces de la vida con serenidad y resignación! ¡Ayúdame a ser consciente de porque a mí me falta tantas veces la virtud de la paciencia que tiene que cambiar de mi interior para conseguir este precioso don! ¡José y María, convertíos vosotros en el espejo de mi vida para que sea capaz de imitar vuestra paciencia, ponerla en práctica y pensar siempre como actuaríais vosotros! ¡A ti, Padre bueno, te pido que me ayudes a conformar mi voluntad con la tuya para practicar la paciencia con el fin de adquirir paz en el corazón, serenidad en el alma, un mayor fervor, un valor en Los esfuerzos cotidianos! ¡Jesús, tú dijiste que aprendamos de ti que eres humilde y paciente de corazón, tú sabes perfectamente que la impaciencia es uno de los principales errores; que tantas veces el no obtener lo que quiero me puede llevar al desánimo. Ayúdame a entender que el camino al cielo requiere de mucha paciencia, y mucho desprendimiento, mi mucho abandono de uno mismo! ¡Enséñame, Señor, con la gracia del Espíritu, a ser paciente y a afrontar la adversidad con serenidad interior! ¡Espíritu de Dios, dame el don de la sabiduría para pensar siempre con claridad y ver siempre en mi vida la voluntad del Padre!

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