ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO
Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios
1 FEBRERO, 2017 / RMMC
María Magdalena se encontraba sumida en la más profundas de las miserias morales. Hundida en el barro del pecado. Y un día, sorpresivamente, se le aparece Cristo. Seguro que había oído hablar de Él. Y se levanta, inundada por la luz cegadora de la hermosura espiritual del Señor. ¡Qué maravilla! Y, entonces, decide abandonar su vida pasada para vivir la alegría de la conversión. Las heridas de su corazón y las lágrimas silenciosas de su desgarradora vida dan paso a una gran paz interior. Junto al Señor de la vida transformó su corazón. Lo llenó de la dulzura de Dios.
Y hoy me pregunto: ¿Cuál es el valor de la Magdalena? Seguir siendo la misma criatura de antaño pero, recibido el perdón divino, tener la fuerza de resistir. Ser más fuerte ante las pruebas que tiende la debilidad y la tentación del mundo. Su corazón era el mismo pero ahora estaba lleno de amor. Del Amor. De un amor auténtico, misericordioso y puro. Antes había amado entre el deseo y la miseria moral, entre la desvergüenza y la desazón.
Con Cristo y en Cristo encontró el sosiego interior. Fue capaz de perseverar. Y tener fidelidad a la gracia. Siguió los valores e ideales de Cristo. Vivió por y para Cristo. Y lo dio todo. Esto es, sencillamente, la comunión espiritual.
¿Acaso no soy yo también una frágil criatura que lucha para rechazar la vida fácil y entrar en el gozo divino? ¿No estoy lleno de heridas, contradicciones y desgarradores fracasos personales? ¿No he tenido y tengo vergonzosas caídas? ¿No se me dirige a mi el Señor con frecuencia con sus «¿Por qué lloras, amigo?» o con un «Tus pecados te son perdonados»? ¿Entonces? ¡Entonces es que si no soy consciente de ello es que no vivo en una permanente comunión espiritual con el Señor!
¡Señor, amigo, ¿qué me pasa?! ¡Acércate a mi, Señor, para crear en mi un corazón nuevo! ¡No permitas, Señor, que desfallezca nunca! ¡Hazme sentir, Señor, a mi alrededor Tu figura como un día te acercaste a la Magdalena y cambiaste su vida! ¡Hazte, Señor, aunque ya sé que los haces, presente en mis angustia y sufrimientos cotidianos!¡Quiero, Señor, como María Magdalena ser un hombre de corazón abierto que no permita que lo cierre el pecado, el egoísmo y la soberbia! ¡Quiero dejarme evangelizar por Ti, Señor, y hacerme pequeño para acoger Tu Palabra! ¡Quiero, Señor, besar tus pies, bañarlos con mis lágrimas de arrepentimiento y abandonarme enteramente a Ti! ¡Quiero que mis gestos hacia Ti, Señor, y hacia los demás en los que Tu estás presente, sean respuestas vivas a Tus mandatos y Tu Palabra! ¡Quiero, Señor, vivir en un clima de intensa intimidad espiritual, de comunión espiritual, de fe viva! ¡Ansío, Señor, como María Magdalena dejar atrás todo lo que me aparta de Ti y sentarme a los pies de la Cruz para estar atento a Tu mensaje! ¡Anhelo, Señor, sentir como María que el Evangelio eres Tu que nos salvas, nos transformas, nos renuevas y nos regeneras! ¡Que eres Tú, Señor, y solo Tu el que estás presente en la Eucaristía! ¡Solo necesito de Ti, Señor mío, los mismos sentimientos de amor, ternura y misericordia que tuviste con María Magdalena! ¡Ayúdame, Señor, a anunciar que estas vivo y resucitado y que te encuentras cada día entre nosotros! ¡Forja en mí, Señor, un corazón abierto, dulce y blando para acoger los más bellos sentimientos, ser sensible a tu ternura y llevarlo luego a los que me rodean!
Comienza hoy el mes de febrero y el Santo Padre nos pide orar aquellos que están agobiados, especialmente los pobres, los refugiados y los marginados, para que encuentren acogida y apoyoen nuestras comunidades. Nos unimos a su oración con el corazón abierto.
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