23/02/2017 de padreclaudiobert
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“La oración delante del Santísimo Sacramento expuesto en el altar o en el Tabernáculo, es un tiempo de gracia particular donde la sed de misericordia del corazón humano se encuentra con la sed de Amor del Señor que desea derramarse y permanecer con nosotros.
Jesús Sacramentado es la Fuente donde nutrimos y alimentamos nuestra identidad de pequeños servidores. Pero también es la Cumbre donde anhelamos llegar cada día, y donde queremos subir a tantos hermanos, para que puedan entrar en ese descanso prometido por el Buen Pastor (cfr. Salmo 22).
La adoración al Verbo de Dios hecho comida y bebida espiritual en las especies eucarísticas nos recuerda que lo importante no está en las acciones humanas, sino en el descubrir la grandeza del misterio de Dios y de su gran misericordia, es decir, de Jesús que está en medio de nosotros.
La adoración y la alabanza son como el deslumbramiento frente a la inmensidad de Dios, y ese espacio donde experimentamos nuestra vulnerabilidad. La cercanía de Cristo Pan, haciéndose migas tan pequeñas, para entrar en contacto con nuestra fragilidad, nos pone en un estado de admiración y asombro continuos, que se traducen en un cántico de alabanza y de silencio callado, que adora y se inclina ante lo inédito de este Amor divino. Necesitamos pararnos delante de la Eucaristía con una fe que mira y admira.”
De los Estatutos de la Obra
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