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martes, 3 de enero de 2017

Y YA SE ESTABA RECONCILIÁNDOSE CON DIOS

cuadro


«El hecho tuvo lugar en Milán en los años 1926 ó 1927. Un joven, hijo espiritual del Padre Pío, al pasar por delante de la tienda de un anticuario, quedó atraído por un magnífico cuadro redondo de la Virgen María. Entró en la tienda y preguntó por el precio del mismo. La cifra era muy alta para él; pero, con todo, pidió al dueño que se lo guardara hasta el día siguiente. El anticuario, al llegar a casa le dijo a su mujer: “He hecho un gran negocio; creo que he hecho un gran negocio. Ha venido un hijo espiritual del Padre Pío (ni siquiera sabía quién era el tal Padre Pío) que quiere el cuadro redondo de la Virgen”. Le dijo el precio y su mujer le reprochó: “¿Por qué has pedido un precio tan alto?” El marido le respondió: “Los negocios son los negocios”. Aquella noche, mientras estaba en la cama, el anticuario vio que se abría la puerta de su dormitorio, que un fraile, que andaba con dificultad, caminando hacia la cama, le iba diciendo: “Ladrón, ladrón. Lo has comprado por cinco y lo vendes por cien. Ladrón, ladrón” Y así hasta la cama; y luego, retirándose, repetía hasta llegar a la puerta: “Ladrón, ladrón, ladrón”. No logró pegar ojo en toda la noche. A la mañana siguiente llegó a la tienda el joven a comprar el cuadro con todo lo que había podido recoger en su casa. Entró y preguntó: “¿Me ha reservado el cuadro?”. El dueño le respondió: “No, no te lo doy, se lo quiero llevar yo al fraile”. Y le preguntó: ¿Por casualidad tienes alguna foto del Padre Pío? Le mostró una que llevaba en la cartera y el anticuario reconoció al que se le había aparecido en la noche anterior. Sin perder tiempo, preparó el cuadro y se fue a San Giovanni Rotondo. Le hicieron pasar a la salita reservada para los hombres, donde el Padre Pío, al regresar del confesonario, se detenía algunos segundos para saludarles. Cuando el Padre Pío vio al anticuario con el cuadro de la Virgen, se paró delante y dijo: “Madrecita, gracias por habérmelo traído”; no tanto el cuadro cuanto al anticuario, que era ateo y ya se estaba reconciliándose con Dios. Este anticuario pasó a ser en Milán el gran divulgador del Padre Pío y de los mensajes del Capuchino».

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