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sábado, 24 de diciembre de 2016

Papa Francisco en Nochebuena: “Dejémonos tocar por la ternura que salva”

El signo que hay que contemplar para celebrar la verdadera Navidad
David Chiang  VATICAN INSIDER  25 DICIEMBRE, 2016
Papa Francisco en Nochebuena: “Dejémonos tocar por la ternura que salva”

“Dejémonos interpelar por el niño en el pesebre, pero también por los niños de hoy que yacen en escuálidos pesebres donde se devora su dignidad”. En su misa de Nochebuena, el Papa quiso recordar a los más pequeños. Aquellos que padecen la guerra, el abandono o la migración forzada. En la Basílica de San Pedro, Francisco aseguró que la Navidad es una fiesta de sabor agridulce, porque recuerda el nacimiento de Dios pero también que el amor no fue recibido, fue marginado, descartado.

La celebración comenzó poco después de las 21:30 horas de Roma con el canto del antiguo himno del “Kalenda” y el descubrimiento de la estatua del niño Jesús. Unos 14 pequeños, de entre seis y 11 años acompañaron al Pontífice. Eran de varias nacionalidades. Entre ellos ,dos mexicanas, Alexia Ochoa Pedroza y María Paula Contreras Gutiérrez, de nueve años cada una. Al terminar la misa los infantes acompañaron la estatuilla hasta el nacimiento dentro de la Basílica.


En su sermón, Francisco recordó que la Navidad marca la aparición de la gracia de Dios, “un regalo gratuito de Dios”. Una noche de gloria, proclamada por los ángeles en Belén y por todos los seres humanos. Una noche de alegría, porque Dios ya no está lejos, se ha hecho hombre y no se cansará jamás de la humanidad.

“Si queremos celebrar la verdadera Navidad, contemplemos este signo: la sencillez frágil de un niño recién nacido, la dulzura al verlo recostado, la ternura de los pañales que lo cubren. Allí está Dios. Con este signo, el Evangelio nos revela una paradoja: habla del emperador, del gobernador, de los grandes de aquel tiempo, pero Dios no se hace presente allí; no aparece en la sala noble de un palacio real, sino en la pobreza de un establo; no en los fastos de la apariencia, sino en la sencillez de la vida; no en el poder, sino en una pequeñez que sorprende”, señaló.

El Papa precisó que para encontrar al niño en el pesebre es necesario reclinarse, abajarse, hacerse pequeño. Advirtió que Jesús interpela, invita a dejar “los engaños de lo efímero” para ir a lo esencial, renunciar a las propias pretensiones insaciables, abandonar las insatisfacciones permanentes y la tristeza ante cualquier cosa que siempre faltará.

Según Francisco, el misterio de la Navidad interpela y golpea, porque es al mismo tiempo un misterio de esperanza y de tristeza. Lleva consigo un sabor de tristeza porque el amor no fue acogido, la vida fue descartada. Como los niños de hoy, que deben esconderse en los refugios subterráneos para escapar de los bombardeos, que son abandonados sobre las aceras de una gran ciudad o deben padecer en el fondo de una barcaza repleta de emigrantes.
“Dejémonos interpelar por los niños a los que no se les deja nacer, por los que lloran porque nadie les sacia su hambre, por los que no tienen en sus manos juguetes, sino armas”, insistió. Y sostuvo que lo mismo ocurrió con Jesús, rechazado por algunos y en la indiferencia de la mayoría.

“También hoy puede darse la misma indiferencia, cuando Navidad es una fiesta donde los protagonistas somos nosotros en vez de él; cuando las luces del comercio arrinconan en la sombra la luz de Dios; cuando nos afanamos por los regalos y permanecemos insensibles ante quien está marginado”, advirtió.

Pero la Navidad –siguió el Papa- tiene sobre todo un sabor de esperanza porque, a pesar de las tinieblas, la luz de Dios resplandece, su luz suave no da miedo y Dios atrae con su ternura, naciendo pobre y frágil como uno más.

Más adelante Bergoglio señaló que Belén significa “casa del pan”, el lugar donde nació Cristo que es “pan de vida”, que no llegó al mundo para “devorar y mandar”, sino para “nutrir y servir”. Eso entendieron los pastores, marginados en su época.

Pero ninguno está excluido a los ojos de Dios, indicó, por eso ellos fueron invitados a la Navidad y respondieron corriendo a prisa, mientras quien estaba seguro de sí mismo, autosuficiente, se quedó en casa entre sus cosas.

“También nosotros dejémonos interpelar en esta noche por Jesús, vayamos a Él con confianza, desde aquello en lo que nos sentimos marginados, desde nuestros límites. Dejémonos tocar por la ternura que salva. Acerquémonos a Dios que se hace cercano, detengámonos a mirar el belén, imaginemos el nacimiento de Jesús: la luz y la paz, la pobreza absoluta y el rechazo”, exhortó.

Y apuntó: “Entremos en la verdadera Navidad con los pastores, llevemos a Jesús lo que somos, nuestras marginaciones, nuestras heridas no curadas. Así, en Jesús, saborearemos el verdadero espíritu de Navidad: la belleza de ser amados por Dios. Con María y José quedémonos ante el pesebre, ante Jesús que nace como pan para mi vida. Contemplando su amor humilde e infinito, digámosle gracias: gracias, porque has hecho todo esto por mí”.

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