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martes, 30 de abril de 2024

PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN DÍA 1 DE MAYO


PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN

Pensamiento bíblico:

San Pablo, al despedirse de los ancianos de Mileto, dijo: «De ninguno he codiciado dinero, oro ni ropa. Bien sabéis que estas manos han bastado para cubrir mis necesidades y las de los que están conmigo. Siempre os he enseñado que es trabajando como se debe socorrer a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús, que dijo: "Hay más dicha en dar que en recibir"» (Hch 20,33-35).

Pensamiento franciscano:

San Francisco dice en su Testamento: «Yo trabajaba con mis manos, y quiero trabajar; y quiero firmemente que todos los otros hermanos trabajen en trabajo que conviene al decoro. Los que no saben, que aprendan, no por la codicia de recibir el precio del trabajo, sino por el ejemplo y para rechazar la ociosidad. Y cuando no se nos dé el precio del trabajo, recurramos a la mesa del Señor, pidiendo limosna de puerta en puerta» (Test 20-22).

Orar con la Iglesia:

Oremos a Dios Padre, que nos llama a todos a colaborar con nuestro trabajo en su obra creadora.

-Para que la Iglesia sepa expresar su solidaridad con el mundo del trabajo.

-Para que los creyentes, llamados a dar un testimonio cristiano cualificado en sus ambientes de trabajo, no se desalienten ante las dificultades.

-Para que cuantos tienen autoridad o responsabilidad en la vida económica y social, tengan siempre muy en cuenta el bien y la dignidad de la persona.

-Para que, contemplando a Jesús, a María y a José, aprendamos a valorar el trabajo como servicio a los demás, medio de realización personal y contribución al bien común.

Oración: Escucha, Señor, nuestra oración en este día del trabajo y haz que, como hijos tuyos, colaboremos en la obra de tu creación para gloria tuya y bien de nuestros hermanos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


 

LA REINA DEL CIELO EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD. DÍA 1º Con Mis mismas manos te traigo en don este libro

 




miércoles, 1 de mayo de 2024
LA REINA DEL CIELO EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD. DÍA 1º
Con Mis mismas manos
te traigo en don este libro
Durante el Mes de María procuraré compartir a diario (si Dios quiere) unas meditaciones extraídas del libro "La Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad", de la mística italiana Luisa Piccarreta; advierto que cuando en el diálogo con la Madre de Dios encuentres que el interlocutor habla en femenino, no es porque este ejercicio esté destinado sólo a las mujeres, sino porque se refiere al alma, por lo que también un varón puede y debe practicarlo.
Estos escritos gozan de licencia eclesiástica, prueba de ello el “Nihil obstat”, que Monseñor Francesco M. Della Queva, Delegado del Arzobispo de Tarento (Apulia, Italia) concedió en la Fiesta de Cristo Rey de 1937.
Para obtener mejor provecho de esta lectura, procura recogerte en tu dormitorio o en un lugar discreto de la casa; sitúate ante una imagen de la Virgen que te inspire devoción, aunque se trate de una sencilla estampa; cierra los ojos y oídos corporales, eleva tu corazón al Cielo y busca en tu corazón la intimidad de hijo con Jesús Nuestro Señor y con la Celestial Madre.
Que la Santa Presencia de estos tus amores, Jesús y María, te acompañe a lo largo del día de hoy, y que Ellos sean siempre tu aliento y sostén en la lucha continua de la familia, del trabajo, de los problemas cotidianos...
Reza ahora, despacio y con devoción,
tres Avemarías a Nuestra Santa Madre...
La Reina del Cielo:
Hija queridísima, siento la irresistible necesidad de descender del Cielo para hacerte Mis visitas maternas, si tú me aseguras tu amor filial y tu fidelidad, Yo permaneceré siempre contigo en tu alma para hacerte de Maestra, Modelo, Ejemplo y Madre tiernísima.
Yo vengo para invitarte a entrar en el Reino de tu Mamá, en el Reino de la Divina Voluntad y llamo a la puerta de tu corazón para que tú me abras.
¿Sabes? Con Mis mismas manos te traigo en don este libro, te lo ofrezco con premura materna, para que tú a tu vez, leyéndolo, aprendas a vivir de Cielo y no más de tierra.
Este libro es de oro hija Mía, él formará tu fortuna espiritual, tu felicidad incluso terrena. En él encontrarás la fuente de todos los bienes: si eres débil, adquirirás la fuerza; si eres tentada, adquirirás la victoria; si has caído en la culpa, encontrarás la mano piadosa y potente que te levantará; si te sientes afligida, encontrarás el consuelo; si estás fría, el medio seguro para enfervorizarte; si hambrienta, gustarás el alimento exquisito de la Divina Voluntad.
Con él no te faltará nada, no estarás más sola, porque tu Mamá te hará dulce compañía y con todo Su cuidado materno tomará la tarea de hacerte feliz. Yo, la Emperatriz Celestial, pensaré en todas tus necesidades con tal que aceptes vivir unida a Mí.
El alma a su Inmaculada Reina:
Heme aquí, oh Mamá dulcísima, postrada ante Ti, hoy es el primer día del Mes de Mayo, consagrado a Ti, en el cual todos Tus hijos quieren ofrecerte sus florecitas para demostrarte su amor y para comprometer a Tu amor a amarlos, y yo Te veo como descender de la Patria Celestial cortejada por legiones angélicas para recibir las bellas rosas, las humildes violetas, los castos lirios de Tus hijos, y corresponderlos con Tus sonrisas de amor, con Tus gracias y bendiciones, y estrechándote al seno materno los dones de Tus hijos, te los lleves al Cielo para conservarlos como prenda y corona para el punto de su muerte.
Mamá Celestial, en medio de tantos, yo que soy la más pequeña, la más necesitada de Tus hijos, quiero venir hasta Tu seno materno para llevarte no flores y rosas, sino un sol cada día. Pero la Mamá debe ayudar a la hija dándome Tus lecciones de Cielo, para enseñarme como formar estos soles divinos, para darte el homenaje más bello y el amor más puro. Mamá querida, Tú has entendido que cosa quiere Tu hija, quiero ser enseñada por Ti a vivir de Voluntad Divina, y yo transformando mis actos y toda yo misma en la Divina Voluntad, de acuerdo a Tus enseñanzas, cada día Te llevaré a Tu seno materno todos mis actos cambiados en soles.
Lección de la Reina del Cielo:
Hija bendita, tu oración ha herido Mi materno Corazón, y llamándome del Cielo estoy ya junto a mMi hija para darte Mis lecciones todas de Cielo. Mírame hija querida, miríadas de Ángeles Me circundan y reverentes están todos a la expectativa para oírme hablar de aquel Fiat Divino, del cual poseo más que todos su fuente, conozco sus admirables secretos, sus alegrías infinitas, su felicidad indescriptible y su valor incalculable.
Oír que Mi hija me llama porque quiere Mis lecciones sobre la Divina Voluntad, es para Mí la fiesta más grande, la alegría más pura, y si tú escuchas Mis lecciones Yo Me sentiré afortunada de ser tu Mamá. ¡Oh, cómo suspiro por tener una hija que quiera vivir toda de Voluntad Divina! Dime oh hija, ¿Me contentarás? ¿Me darás tu corazón, tu voluntad, toda tú misma en Mis manos maternas a fin de que te prepare, te disponga, te fortifique, te vacíe de todo, de modo que pueda llenarte toda de luz de Divina Voluntad y forme en ti su Vida Divina?
Por eso apoya tu cabeza sobre el Corazón de tu Mamá celestial, y sé atenta a escucharme para que mis sublimes lecciones te hagan decidir a no hacer jamás tu voluntad, sino siempre la de Dios. Hija mía, escúchame, es Mi Corazón materno que te ama tanto y que quiere volcarse sobre ti; debes saber que te tengo aquí escrita en Mi Corazón, el cual te ama como verdadera hija, pero siento un dolor porque no te veo igual a tu Mamá, ¿pero sabes quién nos vuelve diferentes? ¡Ah! es tu voluntad la que te quita la frescura de la gracia, la belleza que enamora a tu Creador, la fuerza que todo vence y soporta, el amor que todo consume, en suma, no es la Voluntad que anima a tu Mamá Celestial.
Tú debes saber que Yo conocí Mi voluntad humana sólo para tenerla sacrificada en homenaje a Mi Creador, Mi vida fue toda de Voluntad Divina, desde el primer instante de Mi Concepción fui plasmada, enfervorizada y puesta en Su luz, la cual purificó con Su potencia Mi germen humano y quedé concebida sin mancha original, por eso, si Mi Concepción fue sin mancha y tan gloriosa de formar el honor de la Familia Divina, fue sólo el Fiat omnipotente que se volcó sobre Mi germen, y Pura y Santa quedé concebida.
Así que si el Querer Divino no se hubiera vertido sobre Mi germen, más que una tierna Madre para impedir los efectos del pecado original, habría encontrado la triste suerte de las otras criaturas, de ser concebida con el pecado original, por eso la causa primaria fue la Divina Voluntad, a Ella sea el Honor, la Gloria, el agradecimiento de ser toda concebida sin mancha de origen.
Ahora hija de Mi Corazón escucha a tu Mamá, haz a un lado tu voluntad humana, conténtate de morir antes que concederle un acto de vida; tu Mamá celestial estaría contenta de morir miles y miles de veces antes que hacer un solo acto de mi voluntad, ¿no quieres tú entonces imitarme?.
¡Ah! si tú la tuvieras sacrificada en honor de tu Creador, el Querer Divino hará el primer paso en tu alma y te sentirás rodeada de un aura celestial, purificada y enfervorizada, de modo de sentirte aniquilar los gérmenes de tus pasiones, y te sentirías puesta en los primeros pasos del Reino de la Divina Voluntad; por eso sé atenta, si eres fiel en escucharme Yo te guiaré, te llevaré de la mano por los caminos interminables del Fiat Divino, te tendré defendida bajo Mi manto azul y serás Mi honor, Mi gloria, y Nuestra victoria.
El alma:
Virgen Inmaculada, ponme en Tus rodillas maternas y hazme de Mamá, con Tus santas manos posesiónate de mi voluntad, purifícala, fórjala, inflámala con el toque de Tus dedos maternos, enséñame a vivir únicamente de Voluntad Divina.
Florecita:
Hoy para honrarme, desde la mañana y en todas tus acciones pondrás tu voluntad en Mis manos diciéndome: “Mamá mía, ofrece Tú misma el sacrificio de mi voluntad a mi Creador.”
Jaculatoria:
Mamá mía, encierra la Divina Voluntad en mi alma para que tome su primer lugar, y forme su trono y su morada.
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Espíritu de Dios, la tierra llenas

 



 Himno:

 ESPÍRITU DE DIOS, LA TIERRA LLENAS


Espíritu de Dios, la tierra llenas,

las mentes de los hombres las bañas en tu luz,

tú que eres Luz de Dios, divino fuego,

infunde en todo hombre la fuerza de la cruz.


Sé luz resplandeciente en las tinieblas

de quienes el pecado sumió en la obscuridad,

reúne en la asamblea de los hijos

los justos que te amaron, los muertos por la paz.


Acaba en plenitud al Cristo vivo,

confirma en el creyente la gracia y el perdón,

reúnelos a todos en la Iglesia,

testigos jubilosos de la resurrección. Amén.

 



CREO EN JESUCRISTO,
HIJO ÚNICO DE DIOS
«Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Juan 3, 16)

Movidos por la gracia del Espíritu Santo y atraídos por el Padre, creemos y confesamos que, Jesús de Nazaret, hijo de María, nacido en Belén en tiempo de Herodes el Grande, crucificado en Jerusalén en tiempo de Poncio Pilato, y que resucitó de entre los muertos, es el Hijo único de Dios y nuestro Salvador.

JESÚS

El ángel Gabriel anunció a María que su Hijo, el Hijo de Dios, se llamaría Jesús: «Vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús» (Lucas 1, 31).

Jesús quiere decir “Dios salva”. Este nombre nos revela la identidad y la misión de Jesús: es el Hijo de Dios y viene a salvarnos de nuestros pecados.

Dios es el único que puede perdonar los pecados de los hombres y darnos la salvación. Jesús nos salva de nuestros pecados, porque es el Hijo de Dios y Dios está presente en Él y actúa por Él.

CRISTO

La palabra “Cristo” es la traducción griega del término hebreo “Mesías”, que quiere decir “ungido”. En Israel eran ungidas todas aquellas personas que eran consagradas para una misión especial, recibida de Dios, como los reyes, los sacerdotes, y en algunos casos los profetas.

El Mesías que Dios enviaría a Israel para establecer definitivamente su Reino en el mundo, había sido anunciado por los profetas como descendiente del Rey David. El sería el “ungido” por excelencia, con una triple misión: sacerdote, profeta y rey. El profeta Isaías lo expresa con gran claridad:

“El Espíritu del Señor, Yahvé, está sobre mí, por cuanto que me ha ungido Yahvé. Me ha enviado a anunciar la buena nueva a los pobres, a vendar los corazones rotos;a pregonar a los cautivos la liberación, y a los reclusos la libertad” (Isaías 4, 21).

El ángel anunció a los pastores el nacimiento de Jesús, como el nacimiento del Mesías prometido a Israel: “Les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Cristo, Señor” (Lucas 2, 11).

Numerosos judíos, e incluso, algunos paganos que compartían la esperanza de los judíos, reconocieron en Jesús al Mesías, descendiente de David, prometido por Dios a Israel. Al ver sus milagros, “toda la gente atónita decía: ¿No será este el Hijo de David?” (Mateo 12, 23).

Jesús aceptó el título de Mesías, al cual tenía derecho, algunas veces con ciertas reservas, porque sus contemporáneos tenían una concepción política del Mesías prometido. La realeza mesiánica de Jesús se manifestó plenamente en la cruz.

HIJO ÚNICO DE DIOS

Jesús es también el Hijo único de Dios y como tal, la imagen de Dios su Padre. En Él, Dios se hace visible como un Dios con rostro humano. El Prólogo del Evangelio de San Juan expresa bellamente esta verdad:

“En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. (…) Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. (…) A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único que está en el seno del Padre, Él lo ha contado” (Juan 1, 1.14.18).

Jesús tenía conciencia de su condición de Hijo de Dios, y de su misión salvadora. Los Evangelios nos lo muestran en diferentes pasajes, aunque esta verdad pasó desapercibida para sus contemporáneos. En el Evangelio de San Juan leemos sus palabras: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada; es mi Padre quien me glorifica, de quien ustedes dicen: ‘Él es nuestro Dios’, y sin embargo no lo conocen, yo sí que lo conozco» (Juan 8, 54-55a).

Solamente después de la resurrección e iluminados por ella, los apóstoles comprendieron plenamente la filiación divina de Jesús, es decir, su condición de Hijo de Dios, y comenzaron a hablar de Él en este sentido.

SEÑOR

En el Antiguo Testamento se emplea la palabra “Señor”, para designar la divinidad misma del Dios de Israel. El Nuevo Testamento usa el término “Señor”, para hacer alusión a Jesús, reconociéndolo así como Dios. En Jesús aparece la soberanía de Dios, en Él se hace presente Dios. Jesús se atribuye a sí mismo este título de “Señor”, con todo lo que significa: “Ustedes me llaman el Maestro, el Señor, y dicen bien porque lo soy” (Juan 13, 13).

A lo largo de toda su vida pública, Jesús mostró su soberanía divina con sus milagros sobre la naturaleza, sus curaciones, la expulsión de los demonios, y su dominio sobre la muerte y el pecado.

miércoles, 1 de mayo de 2024 Santo Evangelio1 de Mayo 2024

 



 Texto del Evangelio (Jn 15,1-8):

 En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos».



«Permaneced en mí, como yo en vosotros»


Rev. D. Antoni CAROL i Hostench

(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy contemplamos de nuevo a Jesús rodeado por los Apóstoles, en un clima de especial intimidad. Él les confía lo que podríamos considerar como las últimas recomendaciones: aquello que se dice en el último momento, justo en la despedida, y que tiene una fuerza especial, como si de un postrer testamento se tratara.

Nos los imaginamos en el cenáculo. Allí, Jesús les ha lavado los pies, les ha vuelto a anunciar que se tiene que marchar, les ha transmitido el mandamiento del amor fraterno y los ha consolado con el don de la Eucaristía y la promesa del Espíritu Santo (cf. Jn 14). Metidos ya en el capítulo decimoquinto de este Evangelio, encontramos ahora la exhortación a la unidad en la caridad.

El Señor no esconde a los discípulos los peligros y dificultades que deberán afrontar en el futuro: «Si me han perseguido a mí, también a vosotros os perseguirán» (Jn 15,20). Pero ellos no se han de acobardar ni agobiarse ante el odio del mundo: Jesús renueva la promesa del envío del Defensor, les garantiza la asistencia en todo aquello que ellos le pidan y, en fin, el Señor ruega al Padre por ellos —por todos nosotros— durante su oración sacerdotal (cf. Jn 17).

Nuestro peligro no viene de fuera: la peor amenaza puede surgir de nosotros mismos al faltar al amor fraterno entre los miembros del Cuerpo Místico de Cristo y al faltar a la unidad con la Cabeza de este Cuerpo. La recomendación es clara: «Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5).

Las primeras generaciones de cristianos conservaron una conciencia muy viva de la necesidad de permanecer unidos por la caridad. He aquí el testimonio de un Padre de la Iglesia, san Ignacio de Antioquía: «Corred todos a una como a un solo templo de Dios, como a un solo altar, a un solo Jesucristo que procede de un solo Padre». He aquí también la indicación de Santa María, Madre de los cristianos: «Haced lo que Él os diga» (Jn 2,5).


SAN JOSÉ OBRERO

 



1 DE MAYO SAN JOSÉ OBRERO

SAN JOSÉ OBRERO

PALABRA DE DIOS DIARIA

Se cristianizó una fiesta que había sido hasta el momento la ocasión anual del trabajador para manifestar sus reivindicaciones, su descontento y hasta sus anhelos. Fácilmente en las grandes ciudades se observaba un paro general y con no menos frecuencia se podían observar las consecuencias sociales que llevan consigo la envidia, el odio y las bajas pasiones repetidamente soliviantadas por los agitadores de turno. En nuestro occidente se aprovechaba también ese momento para lanzar reiteradas calumnias contra la Iglesia que era presentada como fuerza aliada con el capitalismo y consecuentemente como el enemigo de los trabajadores.

Fue después de la época de la industrialización cuando toma cuerpo la fiesta del trabajo. Las grandes masas obreras han salido perjudicadas con el cambio y aparecen extensas masas de proletarios. También hay otros elementos que ayudan a echar leña al fuego del odio: la propaganda socialista-comunista de la lucha de clases.

Era entonces una fiesta basada en el odio de clases con el ingrediente del odio a la religión. Calumnia dicha por los que, en su injusticia, quizá tengan vergüenza de que en otro tiempo fuera la Iglesia la que se ocupó de prestar asistencia a sus antepasados en la cama del hospital en que murieron; o quizá lanzaron esas afirmaciones aquellos que un tanto frágiles de memoria olvidaron que los cuidados de la enseñanza primera los recibieron de unas monjas que no les cobraban a sus padres ni la comida que recibían por caridad; o posiblemente repetían lo que oían a otros sin enterarse de que son la Iglesia aquellas y aquellos que, sin esperar ningún tipo de aplauso humano, queman sus vidas ayudando en todos los campos que pueden a los que aún son más desafortunados en el ancho mundo, como Calcuta, territorios africanos pandemiados de sida, o tierras americanas plenas de abandono y de miseria; allí estuvieron y están, dando del amor que disfrutan, ayudando con lo que tienen y con lo que otros les dan, consolando lo que pueden y siendo testigos del que enseñó que el amor al hombre era la única regla a observar. Y son bien conscientes de que han sido siempre y son hoy los débiles los que están en el punto próximo de mira de la Iglesia. Quizá sean inconscientes, pero el resultado obvio es que su mala propaganda daña a quien hace el bien, aunque con defectos, y, desde luego, deseando mejorar.

El día 1 de Mayo del año 1955, el Papa Pío XII, instituyó la fiesta de San José Obrero. Una fiesta bien distinta que ha de celebrarse desde el punto de partida del amor a Dios y de ahí pasar a la vigilancia por la responsabilidad de todos y de cada uno al amplísimo y complejo mundo de la relación con el prójimo basada en el amor: desde el trabajador al empresario y del trabajo al capital, pasando por poner de relieve y bien manifiesta la dignidad del trabajo -don de Dios- y del trabajador -imagen de Dios-, los derechos a una vivienda digna, a formar familia, al salario justo para alimentarla y a la asistencia social para atenderla, al ocio y a practicar la religión que su conciencia le dicte; además, se recuerda la responsabilidad de los sindicatos para logro de mejoras sociales de los distintos grupos, habida cuenta de las exigencias del bien de toda la colectividad y se aviva también la responsabilidad política del gobernante. Todo esto incluye ¡y mucho más! la doctrina social de la Iglesia porque se toca al hombre al que ella debe anunciar el Evangelio y llevarle la Salvación; así mantuvo siempre su voz la Iglesia y quien tenga voluntad y ojos limpios lo puede leer sin tapujos ni retoques en Rerum novarum, Mater et magistra, Populorum progressio, Laborem exercens, Solicitudo rei socialis, entre otros documentos. Dar doctrina, enseñar donde está la justicia y señalar los límites de la moral; recordar la prioridad del hombre sobre el trabajo, el derecho a un puesto en el tajo común, animar a la revisión de comportamientos abusivos y atentatorios contra la dignidad humana... es su cometido para bien de toda la humanidad; y son principios aplicables al campo y a la industria, al comercio y a la universidad, a la labor manual y a la alta investigación científica, es decir, a todo el variadísimo campo donde se desarrolle la actividad humana.

Nada más natural que fuera el titular de la nueva fiesta cristiana José, esposo de María y padre en funciones de Jesús, el trabajador que no lo tuvo nada fácil a pesar de la nobilísima misión recibida de Dios para la Salvación definitiva y completa de todo hombre; es uno más del pueblo, el trabajador nato que entendió de carencias, supo de estrecheces en su familia y las llevó con dignidad, sufrió emigración forzada, conoció el cansancio del cuerpo por su esfuerzo, sacó adelante su responsabilidad familiar; es decir, vivió como vive cualquier trabajador y probablemente tuvo dificultades laborales mayores que muchos de ellos; se le conoce en su tiempo como José «el artesano» y a Jesús se le da el nombre descriptivo de «el hijo del artesano». Y, por si fuera poco, los designios de Dios cubrían todo su compromiso.

Fiesta sugiere honra a Dios, descanso y regocijo. Pues, ánimo. Honremos a Dios santificando el trabajo diario con el que nos ganamos el pan, descansemos hoy de la labor y disfrutemos la alegría que conlleva compartir lo nuestro con los demás.
Publicado por Padre Francisco Javier Rebollo León


Liturgia de las horas P. Paco Rebollo SIERVOS DEL DIVINO AMOR. OFICIO DE LECTURA, LAUDES, HORAS INTERMEDIAS, VÍSPERAS Y COMPLETAS. 1 DE MAYO MIÉRCOLES V DE PASCUA

 



Propio del Tiempo. Salterio I


OFICIO DE LECTURA

Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

Ant. Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.


Himno: OFREZCAN LOS CRISTIANOS

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa. Amén.

SALMODIA