PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN
Pensamiento bíblico:
«Era la hora tercia cuando crucificaron a Jesús y con él a dos bandidos. A la hora nona, Jesús clamó con voz potente: Eloí, Eloí, lemá sabactaní, (que significa: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"). Después, Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo: "Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios"» (cf. Mc 15,25-39)
Pensamiento franciscano:
Dice san Francisco en su primera Regla: Los hermanos muestren por las obras el amor que se tienen mutuamente, como dice el Apóstol: No amemos de palabra y de boca, sino de obra y de verdad. Y a nadie difamen. No murmuren, no denigren a otros. Y sean modestos, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres. No juzguen, no condenen. Y, como dice el Señor, no consideren los pecados mínimos de los otros; al contrario, recapaciten más bien en los suyos propios con amargura de su alma (cf. 1 R 1,6-12).
Orar con la Iglesia:
Oremos a Jesús, el Señor, que santificó por su propia sangre al pueblo, y digámosle llenos de confianza: Compadécete, oh Cristo, de nosotros.
-Redentor nuestro, por tu pasión, ayúdanos en nuestra lucha contra el mal y fortalece nuestra esperanza, para que podamos celebrar tu resurrección.
-Haz que los cristianos anunciemos al mundo tu Evangelio, dando testimonio de él por nuestra fe, esperanza y caridad.
-Conforta, Señor, a los que sufren o están tristes, y danos a nosotros la voluntad firme de consolar a nuestros hermanos.
-Haz que tus fieles aprendamos a participar en tu pasión con los propios sufrimientos, para que nuestras vidas manifiesten tu salvación a los hombres.
Oración: Perdona, Señor Jesús, las culpas de tu pueblo, y que tu amor y tu bondad nos libren del poder del pecado, al que nos ha sometido nuestra debilidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
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