lunes, 10 de diciembre de 2018

¿Por qué el Adviento mira hacia el Apocalipsis?

La Iglesia tiene una forma realmente extraña de prepararnos para la alegría de la temporada navideña.
Nos hace pasar gran parte de la lectura de Adviento sobre el fin del mundo.
Considere la lectura del evangelio para el primer domingo de Adviento de este año:
Habrá señales en el sol, la luna y las estrellas, 
y en la tierra las naciones estarán consternadas, 
perplejas por el rugido del mar y las olas. 
La gente morirá de miedo 
en anticipación de lo que vendrá sobre el mundo, 
porque los poderes de los cielos serán sacudidos. 
Y luego verán al Hijo del Hombre 
venir en una nube con poder y gran gloria (Lucas 21: 25-27).



El domingo pasado fuimos presentados a la figura de Juan el Bautista, un profeta del fin del mundo, si alguna vez hubo uno, y, la semana que viene, escucharemos una de esas advertencias:

Te estoy bautizando con agua, 
pero viene uno más poderoso que yo. 
No soy digno de aflojar las correas de sus sandalias. 
Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. 
Su abanico aventador está en su mano para limpiar su trilla 
y recoger el trigo en su establo, 
pero la paja la quemará con fuego insaciable (Lucas 3: 16-17).
Estas no parecen ser el tipo de profecías que esperamos para la Navidad. No hay mención del nacimiento virginal, el Príncipe de la Paz y el Emmanuel, o la luz del mundo. Por supuesto, es en las lecturas del Antiguo Testamento que encontramos todo ese gozo profético. Pero esto es solo para plantear la pregunta: ¿por qué es que a medida que nos acercamos en la línea de tiempo bíblica al nacimiento feliz de Cristo, el tono se oscurece?
La respuesta fácil u obvia es que al recordar la Primera Venida de Cristo debemos mirar hacia la Segunda Venida, pero esta respuesta por sí sola parece insatisfactoria. ¿Podría haber una conexión más profunda entre los dos?
Una reflexión adicional sobre las lecturas parece sugerir una respuesta afirmativa. La Iglesia insiste demasiado en la yuxtaposición de las lecturas de Adviento y el apocalipsis para que la conexión sea meramente superficial.
Parece que la Iglesia quiere que tengamos en mente las imágenes del apocalipsis cuando empecemos a esperar la Navidad. La razón es que el mismo infante indefenso que se encuentra en un pesebre es el juez que regresa en los últimos tiempos. En otras palabras, el mismo Hijo del Hombre que "viene en una nube con poder y gran gloria" en el día en que los cielos tiemblan y las personas perecen en temor es el mismo bebé adorado por los pastores y los magos.
La yuxtaposición de Adviento y el apocalipsis, entonces, lleva a casa la verdad de la Encarnación como la unión de lo divino y lo humano, el matrimonio del cielo y la tierra, la Palabra en la carne. Eso es a la vez alegre y discordante. De hecho, la verdad de la Encarnación siempre debe sorprendernos. Deberíamos ser empujados fuera de nuestro sueño profundo. Como Efesios 5:14 declara: '¡Despierta, oh durmiente!'
Las lecturas apocalípticas hacen más que solo sacarnos de nuestras zonas de comodidad. También inculcan un sentido de asombro ante el Niño Jesús. Nos recuerdan que Él es el mismo que será el Juez que viene al fin de la tierra para decidir el destino de todos los hombres.
De hecho, el primer Adviento es lo que hace posible el segundo. Porque es precisamente en virtud de su vida terrenal y su muerte que Cristo es el juez. Él está en una posición única para juzgar a la humanidad porque ha sido humano. Como el teólogo medieval Nicolás de Cusa señala en su sermón sobre el descenso de Cristo al infierno, el Hijo de Dios juzga a todos de acuerdo con el estándar que Él estableció en Su vida. Y el estándar que Él estableció fue uno de "Obediencia Absoluta" para el Padre. Nicolás concluye,
Porque su obediencia es el ejemplo de la obediencia, para que de acuerdo con esto todos los hombres sean juzgados. Y así, Él es el Juez de los vivos y de los muertos.
La Encarnación, desde el principio, incluso antes de la Cruz, pone en movimiento los eventos que llevan al fin de la tierra. Es muy apropiado, entonces, que tengamos en mente el Apocalipsis durante el Adviento, dado que es el destino hacia el cual esta temporada nos impulsa. El gran consuelo de Adviento es que nuestro futuro juez ha venido antes de su día de juicio para consolarnos, fortalecernos y transformarnos para que podamos estar listos.

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