“Queridos hijos, os doy las gracias porque respondéis a mis llamadas y porque os reunís en torno a mí, en torno a vuestra Madre Celestial. Sé que pensáis en mí con amor y con esperanza. Yo siento amor hacia cada uno de vosotros, como también lo siente mi amadísimo Hijo, que por medio de su amor misericordioso siempre y nuevamente me envía a vosotros. Él que se hizo hombre y que es Dios, que es Uno y Trino. Él, que por vuestra causa ha sufrido en el cuerpo y en el alma. Él que se ha hecho pan para daros el pan de vuestras almas, para poderlas salvar. Hijos míos, os enseño cómo ser dignos de su amor, para que podáis volver a Él vuestros pensamientos, para poder vivir a mi Hijo. Apóstoles de mi amor, os envuelvo con mi manto porque como Madre deseo salvaros. Os ruego: orad por todo el mundo; mi Corazón sufre. Los pecados se multiplican, son demasiados. Pero con vuestra ayuda, vosotros que sois humildes, llenos de amor, ocultos y santos, mi Corazón triunfará. Amad a mi Hijo por encima de todo, y a todo el mundo por medio de Él. No olvidéis nunca que cada hermano vuestro lleva en sí algo precioso: el alma. Por eso, hijos míos, amad a todos aquellos que no conocen a mi Hijo, para que por medio de la oración y del amor que proviene de la oración, puedan ser mejores; para que la bondad en ellos pueda vencer; para poder salvar a las almas y tener la vida eterna. Apóstoles míos, hijos míos, mi Hijo os ha dicho que os améis los unos a los otros; que esto esté escrito en vuestros corazones y, a través de la oración, tratad de vivir este amor. Os doy las gracias”.
Mirjana ha dicho que la Virgen estaba triste y llena de amor.
La Reina de la Paz ha bendecido a todos y todos los objetos religiosos. Después, como la Virgen desea, los sacerdotes han bendecido a todos y todos los objetos religiosos.
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