¡Mi vida católica!
Abrazando a la Madre de Dios
lunes, 15 de agosto de 2022
Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María
Lecturas para hoy
“Mi alma proclama la grandeza del Señor; mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador porque ha mirado con benevolencia a su humilde sierva. Desde este día todas las generaciones me llamarán bienaventurada: el Todopoderoso ha hecho grandes cosas por mí y santo es su Nombre”. Lucas 1:46-49
Estas, las primeras líneas del glorioso canto de alabanza de nuestra Santísima Madre, revelan quién es ella. Ella es aquella cuya vida entera proclama la grandeza de Dios y se regocija continuamente. Ella es la que es la perfección de la humildad y, por lo tanto, muy exaltada por cada generación. Ella es aquella por la que Dios ha hecho grandes cosas y la que Dios ha cubierto de santidad.
La solemnidad que celebramos hoy, la de su Asunción a los cielos, apunta al reconocimiento de Dios de su grandeza. Dios no le permitió probar la muerte ni ninguna consecuencia del pecado. Ella fue Inmaculada, perfecta en todos los sentidos, desde el momento de su concepción hasta el momento en que fue llevada en cuerpo y alma al Cielo para reinar como Reina por toda la eternidad.
La naturaleza Inmaculada de nuestra Santísima Madre puede ser difícil de comprender para algunos. Eso es porque su vida es uno de los mayores misterios de nuestra fe. Se dice muy poco de ella en las Escrituras, pero se dirá mucho de ella por toda la eternidad a medida que se desenmascara su humildad y su grandeza resplandece para que todos la vean.
Nuestra Santísima Madre era Inmaculada, es decir, sin pecado, por dos razones. Primero, Dios la preservó del pecado original en el momento de su concepción por una gracia especial. A esto lo llamamos una "gracia preservadora". Como Adán y Eva, fue concebida sin pecado. Pero a diferencia de Adán y Eva, ella fue concebida en el orden de la gracia. Ella fue concebida como una que ya había sido salvada por la gracia, por su Hijo, a quien un día traería al mundo. La gracia que un día su Hijo derramaría sobre el mundo trascendió el tiempo y la cubrió en el momento de su concepción.
La segunda razón por la que nuestra Santísima Madre es Inmaculada es porque, a diferencia de Adán y Eva, nunca eligió pecar a lo largo de su vida. Por eso se convirtió en la nueva Eva, la nueva Madre de todos los vivos, la nueva Madre de todos los que viven en la gracia de su Hijo. Como resultado de esta naturaleza Inmaculada y de su continua libre elección de vivir en gracia, Dios la llevó en cuerpo y alma al Cielo al término de su vida terrena. Es este hecho glorioso y solemne que celebramos hoy.
Reflexiona, hoy, sobre tu comprensión de nuestra Santísima Madre. ¿La conoces, entiendes su papel en tu vida y buscas continuamente su cuidado maternal? Ella es vuestra madre si elegís vivir en la gracia de su Hijo. Acepta ese hecho más profundamente hoy y elige hacer de ella una parte aún más importante de tu vida. ¡Jesús te lo agradecerá!
Señor, ayúdame a amar a Tu madre con el mismo amor que Tú tienes por ella. Como Tú fuiste encomendado a su cuidado, así deseo yo ser encomendado a su cuidado. María, Madre y Reina mía, ruega por mí que recurro a ti. Jesús, en Ti confío.
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