lunes, 16 de julio de 2018

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ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO

Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios

He abierto la Biblia en busca de una palabra que me inspire en la oración. Ha salido esta frase de la primera carta de san Juan: «Hijos míos, no amemos solo de palabra, sino con obras y de verdad».

Tener en cuenta al prójimo y tratar de ayudarle, especialmente cuando esta tarea implica un sacrificio personal, no es sencillo. Lo habitual es que nos venza la pereza, la comodidad, que se instale en nosotros el egoísmo. La mayoría somos egoístas por naturaleza, buscamos nuestra propio acomodo. La primera reacción suele centrarse en nosotros mismos no vaya a ser que nos veamos perjudicados o aquello que nos pidan exija un esfuerzo que nos va a costar realizar.
Sin embargo, si cuando invocas al Espíritu Santo que te ayude, que ese esfuerzo sea por Cristo, tu corazón se habitúa a adquirir hábitos nuevos y la reacción instantánea cambia porque la presencia del Amor en el corazón contribuye a que el hombre sea más amoroso, servicial, generoso y amable.
El mismo Cristo es consciente de que el amor que necesitamos para vivir de acuerdo con sus enseñanzas no nace de una manera espontánea aunque esto no sea, en ningún caso, un pretexto. El mero hecho de no poder o no querer no implica que Jesús no lo espere de nosotros, fundamentalmente porque Él por nuestra intermediación puede hacerlo por nosotros si lo pedimos con el corazón abierto. A Cristo le satisface capacitar al hombre para que entregue su amor de manera desinteresada.

En el hombre gobierna habitualmente la búsqueda de la autosatisfacción, el individualismo, el instinto de preservación, el buscar el propio bien. Existe una tendencia natural al propio bienestar antes que alcanzar la de su prójimo.Por eso el que vive en Cristo es una nueva criatura: lo antiguo desaparece de su vida y un ser nuevo se hace presente en él. Él nos permite romper con aquello que nos bloquea, con esas actitudes naturales que nos bloquean, reconduce nuestros pensamientos y transforma nuestro corazón para vivir inclinados a cumplir con Su voluntad que, tiene como principio fundamental, el amar al prójimo como a uno mismo.

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¡Señor, que nos has enseñado a amar con el ejemplo de tu vida, concédeme la gracia de interiorizar en mi corazón el mandamiento del amor! ¡Envía tu Santo Espíritu, Señor, para poder vivirlo cada día como tu nos has enseñado! ¡Deseo amarte, Dios mío, porque eres lo más importante que hay en mi vida y desde el amor que siento por Ti amar a mi prójimo! ¡Señor, concédeme la gracia de que mis ojos estén repletos de misericordia para no juzgar a nadie, para ver en los demás la bondad que hay en su interior, para no juzgar a nadie por sus apariencias externas, para descubrir la belleza interior de las personas y resaltarla frente al resto de personas!  ¡Hazme, Señor, siempre dócil a las necesidades ajenas y no dejes que me recluya en mi mismo para no permanecer indiferente ante sus sufrimientos! ¡Concédeme la gracia de amar y ser caritativo, abierto a las buenas acciones y que por medio de tu Santo Espíritu no me canse de hacer el bien! ¡No permitas que me asiente en mi egoísmo y dame la capacidad de servir aunque me cueste! ¡Llena mi corazón, Señor de misericordia y hazlo siempre sensible a los sufrimientos ajenos para que nunca nadie sienta que le rechazo!  ¡Tu eres el camino hacia el prójimo, guíame por él!

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