martes, 17 de julio de 2018

LAS HERMANAS MARTA Y MARÍA -SOBRE LA VIDA ACTIVA Y LA VIDA CONTEMPLATIVA



LAS HERMANAS MARTA Y MARÍA
Benedicto XVI, Ángelus del día 18 de julio de 2010

Queridos hermanos y hermanas:

Estamos ya en pleno verano, al menos en el hemisferio boreal. Es el tiempo en el que cierran las escuelas y se concentran la mayor parte de las vacaciones. También las actividades pastorales de las parroquias se reducen y yo mismo he suspendido las audiencias por un período. Es por lo tanto un momento favorable para dar el primer lugar a lo que efectivamente es más importante en la vida, o sea, la escucha de la Palabra del Señor. Así lo recuerda también el Evangelio de este domingo (XVI TO-C), con el célebre episodio de la visita de Jesús a casa de Marta y María, narrado por san Lucas (10,38-42).

Marta y María son dos hermanas; tienen también un hermano, Lázaro, quien en este caso no aparece. Jesús pasa por su pueblo y -dice el texto- Marta lo recibió. Este detalle da a entender que, de las dos, Marta es la mayor, quien gobierna la casa. De hecho, después de que Jesús entró, María se sentó a sus pies a escucharle, mientras Marta está completamente ocupada en muchos servicios, debidos ciertamente al Huésped excepcional. Nos parece ver la escena: una hermana se mueve atareada y la otra como arrebatada por la presencia del Maestro y sus palabras.

Poco después, Marta, evidentemente molesta, ya no aguanta y protesta, sintiéndose incluso con el derecho de criticar a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Marta quería incluso dar lecciones al Maestro. En cambio Jesús, con gran calma, responde: «Marta, Marta -y este nombre repetido expresa el afecto-, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada» (Lc 10,41-42). La palabra de Cristo es clarísima: ningún desprecio por la vida activa, ni mucho menos por la generosa hospitalidad; sino una llamada clara al hecho de que lo único verdaderamente necesario es otra cosa: escuchar la Palabra del Señor; y el Señor en aquel momento está allí, ¡presente en la Persona de Jesús! Todo lo demás pasará y se nos quitará, pero la Palabra de Dios es eterna y da sentido a nuestra actividad cotidiana.


Queridos amigos: como decía, esta página del Evangelio es especialmente adecuada al tiempo de vacaciones, pues recuerda el hecho de que la persona humana debe trabajar, sí; empeñarse en las ocupaciones domésticas y profesionales; pero ante todo tiene necesidad de Dios, que es luz interior de amor y de verdad. Sin amor, hasta las actividades más importantes pierden valor y no dan alegría. Sin un significado profundo, toda nuestra acción se reduce a activismo estéril y desordenado. Y ¿quién nos da el amor y la verdad sino Jesucristo? Por eso aprendamos, hermanos, a ayudarnos los unos a los otros, a colaborar, pero antes aún a elegir juntos la parte mejor, que es y será siempre nuestro mayor bien.

[Después del Ángelus] La liturgia de hoy nos enseña que nuestra amistad con Cristo pide una escucha atenta de su Palabra, que lleve a la contemplación de su Misterio y al servicio del prójimo. Encontrad más tiempo, sobre todo en vuestras vacaciones, para leer y meditar la Palabra de Dios, que es alimento de nuestra alma y fuerza regeneradora de nuestra existencia.

Quien acoge a Dios como huésped, quien le deja entrar en su vida, recibe de él ricos dones. Esto es lo que descubren Abrahán, de quien nos habla la primera lectura de este domingo, y Marta y María en el Evangelio de hoy. El Señor quiere venir también a nuestra vida para ofrecernos su Palabra viva, su presencia y su amistad. No cerremos la puerta a este ofrecimiento del amor de Dios. Dejémonos, en cambio, transformar para colaborar en su reino de paz y de justicia para todo el mundo.

Siguiendo el Evangelio de hoy, invito a todos a ser bien conscientes de que sólo una cosa es necesaria, Dios mismo, así como a escuchar y practicar la Palabra del Señor, para que se fortalezca nuestra esperanza y crezca nuestro amor. Que María nos acompañe y nos ayude en este camino de fe.

Como María y Marta en el Evangelio de hoy, abramos a Jesús nuestras casas, nuestros corazones; escuchemos sus palabras. Esta es la «parte buena», la que da sentido a nuestra vida. Que Dios nos dé la fuerza para buscarla.

* * *

SOBRE LA VIDA ACTIVA Y LA VIDA CONTEMPLATIVA
San Gregorio Magno, Homilías sobre el libro
del profeta Ezequiel (Lib 2, Hom 2, 8-9)

La vida activa consiste en dar pan al hambriento, enseñar la sabiduría al ignorante, corregir al que yerra, reconducir al soberbio al camino de la humildad, cuidar al enfermo, proporcionar a cada cual lo que le conviene y proveer los medios de subsistencia a los que nos han sido confiados.

La vida contemplativa, en cambio, consiste, es verdad, en mantener con toda el alma la caridad de Dios y del prójimo, pero absteniéndose de toda actividad exterior y dejándose invadir por solo el deseo del Creador, de modo que ya no encuentre aliciente en actuar, sino que, descartada cualquier otra preocupación, el alma arda en deseos de ver el rostro de su Creador, hasta el punto de que comienza a soportar con hastío el peso de la carne corruptible y apetecer con todo el dinamismo del deseo unirse a los coros angélicos que entonan himnos, confundirse entre los ciudadanos del cielo y gozarse en la presencia de Dios de la eterna incorrupción.

Buen modelo de estos dos tipos de vida fueron aquellas dos mujeres, a saber, Marta y María, de la cuales una se multiplicaba para dar abasto con el servicio, mientras la otra, sentada a los pies del Señor, escuchaba las palabras de su boca. Como Marta se quejase de que su hermana no se preocupaba de echarle una mano, el Señor le contestó: Marta, Marta: andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán. Fíjate que no se reprueba la parte de Marta, pero se alaba la de María. Ni se limita a decir que María ha elegido la parte buena, sino la parte mejor, para indicar que también la parte de Marta era buena. Y por qué la parte de María sea la mejor, lo subraya a continuación diciendo: Y no se la quitarán.

En efecto, la vida activa acaba con la muerte. Pues ¿quién puede dar pan al hambriento en la patria eterna, en la que nadie tendrá hambre? ¿Quién puede dar de beber al sediento, si nadie tiene sed? ¿Quién puede enterrar a los muertos, si nadie muere? Por tanto, mientras la vida activa acaba en este mundo, la vida contemplativa, iniciada aquí, se perfecciona en la patria celestial, pues el fuego del amor que aquí comienza a arder, a la vista del Amado, se enardece todavía en su amor.

Así pues, la vida contemplativa no cesará jamás, pues logra precisamente su perfección al apagarse la luz del mundo actual.

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