domingo, 3 de junio de 2018

¿En qué doy gusto a Dios?

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ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO
Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios

Primer sábado de junio con María, Reina de la alegría, en el corazón. Esa alegría de María le hizo apreciar las cosas de la vida con una delicadeza especial.
La permitió interiorizar la llamada del Ángel, disfrutar de los nueve meses de maternidad, gustar del educar al Hijo de Dios —¡menuda responsabilidad si uno lo analiza bien!—, amar a san José y a Jesús desde la entrega y la caridad, disfrutar de la vida familiar y de la amistad… Esa delicadeza también se manifestaba en sus estados de ánimo: gozo ante la visita de los pastores y los Magos que honraban a Jesús, dicha al saludar a santa Isabel, felicidad viendo crecer a Jesús, serenidad interior cuando conservaba todo en el corazón, temor al perder a Jesús en el templo de Jerusalén, confianza en Caná cuando indicó a los sirvientes el «haced lo que Él os diga», tristeza profunda en la mañana de Pascua, dolor ante la crucifixión, regocijo ante el sepulcro vacío, paz la noche de Pentecostés…
El mayor gusto de la Virgen, sin embargo, fue complacer en todo a Dios. Desde su corazón abierto al Padre, María deseó en todo momento hacer el bien con humildad, sin ruidos, con confianza, llena de certeza y esperanza, obediente siempre a la voluntad de Dios, consciente de la enorme responsabilidad que había asumido.
Contemplas a María, observas esas docilidad de hija de Dios y te preguntas con el corazón abierto: ¿En qué doy gusto a Dios? ¿Está mi vida impregnada de la misma fragancia que tenía María tratando de crecer y esperar siempre en el Padre? ¿Actúo como María buscando dar gusto a Dios con mis palabras, con mis gestos, con mis obras y mis pensamientos?


¡María, Madre del amor hermoso, me entrego enteramente a Ti y te pido que me ayudes a gustar la presencia de Dios en mi vida como hiciste Tu a largo de tu existencia! ¡Concédeme la gracia de amar a todos los que me rodean como amaste Tu y amar a Dios con el corazón siempre abierto! ¡Dame el gusto por las cosas de Dios, ese gusto que te llevó a aceptar siempre Su voluntad! ¡Quiero, María, vivir un cristianismo nuevo, el de la alegría que tu representas, el de la oración y la piedad que te tienen a Ti como máximo exponente, el de la caridad y el servicio que te muestran como la primera discípula de Jesús, la del amor que impregna toda tu vida! ¡Permíteme caminar desde la verdad y no desde el miedo, desde la autenticidad y no desde la insubstancialidad de las cosas! ¡Ayúdame, María, a comprender que mi vida espiritual no es una conquista propia sino que es un don del Espíritu que hay que acoger en el alma como hiciste Tu! ¡Ayúdame a ver a Jesús, Tu Hijo, Dios y hombre, mediador entre el Padre y cada uno de nosostros, que es el camino, la verdad y la vida! ¡Concédeme la gracia de gustar de mi fe, con firmeza y alegría, con esperanza y confianza, y proclamar que ha sido resucitado gracias tu Hijo y que estoy en este mundo para darle gloria a Dios! ¡Concédeme, María, la gracia de amar siempre a Jesús, de quererle e identificarme con Él y proclamarle como Rey del Universo! ¡Hazme bueno María, hazme alegre, confiado, profundamente piadoso, generoso hasta el extremo, sumiso a la voluntad del Padre, entregado al servicio al prójimo, amoroso con un amor desprendido; hazme como Tu, María, para gustar de las cosas de Dios en el día a día de mi vida! ¡Quiero, María, llenar mi vida de Jesús, sentirme salvo por su gracia gratuita, experimentar su cercanía y comprender que en Él todo lo tengo! 

La alegría del primer sábado de mes me invita a celebrarlo con este hermoso Sancta Maria, mater Dei, KV 273, gradual para la fiesta de la Bienaventurada Virgen Maria obra de Mozart compuesta en 1777 para solistas, coro, cuerdas y órgano. ¡Una maravilla en honor de María!

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