lunes, 11 de diciembre de 2017

¿Dónde está Dios?



ForumLibertas en Editorial

Esta es una pregunta recurrente que en muchas ocasiones adquiere visos de cuestionamiento de la existencia de Dios. Si existe ¿dónde está? La respuesta ya la explicaba San Pablo. Dios, en su inmensidad inconmensurable, es invisible en su presencia absoluta, pero se ha hecho visible a la inteligencia mediante las cosas creadas. Podemos encontrar en lo creado la presencia de Dios a través de su obra. Dios se manifiesta a quien tiene la voluntad de buscarlo. Por eso dice San Pablo “No tienen excusa ya que todo y conocer a Dios no lo han glorificado, ni le han dado gracias” y añade, “bien al contrario, han confiado en razonamientos inútiles”. La creación, el Cosmos, la naturaleza, su belleza, su silenció y su clamor nos hablan y nos inducen a percibir algo muy superior a nosotros y nos llena de sentimientos y emociones nobles, pero en lugar de encontrar en todo ello la respuesta más sencilla, clara y elegante, muchos se inclinan hacia espiritualidades difusas, incluso deifican en buena medida la obra de Dios, concediéndole unas facultades que llevan a la veneración. ¿Qué es si no la visión de Gaya, más próxima al paganismo primitivo que ha una visión racional? Creen que esto es así por una razón subjetiva anclada en la cultura desvinculada en la que vivimos. Este tipo de espiritualidad no obliga a nada porque no conduce a ningún sitio, cada uno actúa a partir de ella como mejor le conviene y, obviamente esta no es la vía de Dios, que entraña perfección y, por tanto, esfuerzo.


San Pablo también dice en 1Tm 2,4 “Dios quiere que todos los hombres se salven”. Esta salvación se realiza en Jesucristo, siguiendo a Jesucristo, porque Él es el camino y la verdad. Quien está con Él está con Dios. Y nos habla directamente a cada uno de nosotros mediante los evangelios. Antes de rechazar a Dios uno debe conocerlo y escuchar su voz en el Nuevo Testamento, antes de olvidarse de Dios se deben leer y meditar los evangelios, pero no con una lectura superficial y rápida, sino atenta e interrogativa: como me interpela a mí este texto concreto. Pero ahí también la gran barrera es la subjetividad del propio interés, del servicio a la propia pasión. Lo que se rechaza acostumbra a estar unido a lo que no se desea cambiar. Y en lugar de asumir la transformación y repudiar aquello que lastra nuestras vidas, se rechaza a Dios.

Dos vías para aproximarse a Dios, la de la propia creación a la que se llega por una razón y sentimiento natural, y la de Jesucristo que está al alcance de la inquietud y la búsqueda del ser humano. Todas requieren de la gracia, del don de la fe. Pero ¿qué padre niega aquel bien que estando en su mano otorgarlo, satisface plenamente la demanda constante de su hijo?

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